domingo, 22 de abril de 2007

POSTSOCIATAS VERSUS LENINISTAS DE PASTEL

Estos dos especímenes-tipo, a cada cual más impresentable, se disputan la "hegemonía" en los movimientos sociales de Occidente.
Están los postsociatas, los que fetichizan el movimentismo sectorializado de acuerdo con su activismo a tiempo parcial, convertido en forma de ocio, en consumo simbólico, y como tal sometido al condicionante de que sea divertido para el que lo practica y de que sea atractivo para el grupo social afín, que construye su propia autoimagen a través de éste. El pensamiento político que les subyace, escarbando mínimamente, permanece anclado en un liberalismo perfeccionado con leves retoques estéticos, en el que hay que introducir "más participación" en la democracia representativa, dar "más derechos" a los ciudadanos, predicar la "solidaridad", fomentar la "paz" y, en última instancia, si lo demás falla siempre les quedará Zapatero. Son tan blanquitos... ¿qué carajo tienen que ver con la lucha de clases, si su actividad se halla, con pequeños matices, socialmente aceptada, fácilmente recuperable a ojos del poder? ¿Si no representan ninguna contradicción dialéctica con respecto a la forma de sociedad dominante?
Y desgraciadamente, como enemigos íntimos de los postsociatas, al otro lado de la calle, se encuentran los paleoleninistas que, si han leído a Lenin, no han entendido un carajo. Necesitan su reinterpretación dogmática, esa que castigó a Lenin transformándolo en un -ismo de cartón, simplificando la revolución en burocracia. En realidad, su praxis se reduce a la instrumentalización de la acción social, a un ejercicio imaginario de poder que los erige en sumos sacerdotes de su minúscula parroquia y poco más. Como en cualquier organización vertical que se apropia de recursos (simbólicos y sociales), la jerarquía que se establece incentiva la incompetencia material y la absoluta indigencia teórica con el fin de autoperpetuar su existencia. Precisamente por eso no conseguimos que desaparezcan, por su estupidez. Como dijo Mark Twain, "los malos descansan, los idiotas jamás". Se trata de una tara mental en forma de alucinación colectiva como cualquier otra. Pero bastante molesta. Porque proviene exactamente del mismo discurso ilustrado, proponiendo su particular racionalidad como receta universal. Que sustituye a las clases populares por la "clase obrera", a la "clase obrera" por el "Partido" de vanguardia (microaparato pseudoadministrativo) y al "Partido" por su propia persona, lo que no puede sino reflejar la infraestructura occidental que constituye su soporte social y existencial, teñida ligeramente con la aspiración de "Otro Occidente es posible", neosoviético, proletario y relativamente marciano. ¡Su leninismo es un tigre de papel! Ni siquiera una contradicción dialéctica consigo mismos.
Toda esa gente que merodea por los movimientos sociales europeos y que dedica su tiempo a pelarse furiosamente entre sí lleva los mismos collares, aun con distintos perros amarrados. Hijos de... la Ilustración. Están por todas partes.

1 comentario:

Miguel Ángel dijo...

Sublime. No tengo palabras. Procuraré extender este texto todo lo que pueda. Gracias por tu iluminación.