martes, 27 de marzo de 2007

TIERRA, CEMENTO, ACERO

Además de mi recientemente recuperada obsesión por los vinilos, acentuada porque hace años que no tengo un tocadiscos al alcance de la mano, también echo de menos la República Democrática Alemana.
Erich Honecker, el hombre que lloró la muerte de Stalin. Eso sí que es romanticismo. Egon Krenz, el último Presidente de la República Democrática de Trabajadores, el mismo que, al ser condenado por las autoridades de ocupación de la RFA, declaró: "Hay algo por lo que sí debo ser juzgado, aunque no por este tribunal: no haber hecho lo suficiente por garantizar la supervivencia del Estado Proletario". Eso es hablar y lo demás son tonterías.
Porque hasta en un pedazo de mierda como la RDA había trazas de lo que fue una forma de civilización, soviética, intrínsecamente superior, aniquilada por los nuevos bárbaros que después se lanzaron al genocidio sobre Irak, y los que desgraciadamente vendrán.
Algunos exponen que la RDA pintó de rojo a los antiguos nazis. ¿Y qué hizo la RFA, sino mantenerlos en el poder a todos, absolutamente a todos? Extemporáneamente, a la de la RFA se le podría llamar una depuración a la española, tan inexistente como la que medió entre franquismo y pseudodemocracia. La RDA por lo menos lo intentó, se fundó sobre la ideología del antifascismo, mientras los enemigos tenían como única ideología el Ich bin ein Berliner americano, el adagio interminable del nazifascismo. Vaya carta de presentación.
Sí, el mundo una vez fue mejor. Existían los vinilos y la RDA. Arrebatos de nostalgia. Merecidos arrebatos de nostalgia.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Alfrothul

Hola Alí Omar. Nostalgia de la de Corto Maltés. De la media lunita, de la mar salada. Aunque nada como el aquí y el ahora ¿Sí? Buena Salud y Anarquía. Om Namah Shivaya

Anónimo dijo...

eres un cabronazo. justo el día que se me vuelve mi alemana de falda color pistacho a Dresden. Snif, snif.

Heinrich

Anónimo dijo...

A mí me entra la nostalgia cuando recuerdo aquellos viejos tiempos en los que Kaliningrado era alemán, hasta el punto de nacer el subnormal de Kant en sus tierras. Eso si que eran tiempos!!!!

Nombre y Apellidos.

Cronista Disperso dijo...

Qué tiempos aquellos, cuando aún había disuasión atómica...