jueves, 15 de marzo de 2007

AL QAEDA 1

Con ánimo de objetividad y exclusivamente a efectos de análisis etcétera etcétera, creo que puede hablarse de dos Al Qaedas históricamente diferenciadas: la cosa original, una vanguardia dirigida por el ideólogo-Ben Laden (Al Qaeda 1); y la cosa subsiguiente, un engendro estructural gestionado por el organizador-Al Zawahiri (Al Qaeda 2).
A Ben Laden pueden ponérsele muchas denominaciones, pero quizá la menos utilizada de ellas es la de primer islamista posmoderno: lo suficientemente posmoderno como para que Baudrillard afirmase que "las Torres Gemelas se suicidaron con gran belleza", entre otros sagrados delirios del último gran filósofo francés. ¿Alguien puede creer de verdad que Osama se parecía en algo al mullah Omar, se le puede imaginar viviendo en una cueva en las montañas sin pensarlo como un fenómeno cinematográfico, con estética de Mahdi incluida, asemejándose a un piadoso compañero del profeta en la inmensidad del plató apocalíptico afgano?
Todo lo que se ha escrito sobre Al Qaeda tenía un sentido bajo la lógica del espectáculo, la yihad planetaria contra el Imperio, la marca comercial o ideología difusa, las tinieblas invisibles de una organización que existía tan poco como la primera guerra del Golfo que no tuvo lugar. No más que una imaginaria lista de teléfonos de veteranos de Afganistán que en vez de contestar al móvil esperan a recibir mensajes de su jeque por televisión y que se buscan la vida en las catacumbas de cualquier esquina del mundo; unas cuantas organizaciones locales preexistentes ideológicamente relacionadas que quieren ser Al Qaeda y no pueden; tres o cuatro colgados
periféricos que ajustician pecadores-bebedores de alcohol en Libia y quieren mirarse en el espejo de algo mayor que su despreciable existencia.
Ben Laden fabricando análisis de coyuntura (¿cuánto tiempo hace que los marxistas no manejan análisis de coyuntura?), marcando objetivos que otros (¿sabía realmente quiénes?) materializarían envueltos con papel y lazo religioso. Osama-rey, Osama-demiurgo de un contrapoder intangible del mundo global, malo malísimo imbuído de la lógica cultural del capitalismo avanzado para transmutarse en su antítesis dialéctica. (De nuevo Baudrillard, el martirio como intercambio imposible...)
Y siete pasos por detrás, Al-Zawahiri, el organizador frustrado de una organización que ni es ni aspira a serlo, un error de casting que pasaba por allí, que sabe que carece del carisma de su jefe, que cual burócrata staliniano espera sigilosamente su oportunidad para hacerse con el poder, el poder, el poder o lo que sea. Un megalómano gris, fantasmal, irrelevante, de esos capaces de cometer genocidios con la naturalidad de un funcionario.
Primero vino el espectáculo, después llegó el horror.

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