Chuck D expulsó a Flavor Flav y le echó mierda encima acusándole de poco profesional, frívolo y poco comprometido por no querer recitar loas a Sanders y qué lejos está todo eso del genuino estilo Flavor y qué tenebroso se volvió el compromiso. Chuck D hizo la campaña por su candidato, evaluó sus posibilidades de sentar su culo en alguna de las Cámaras, y se volvió a su grupo de siempre, que eran entre dos y cuatro y con él solo no había quórum, y entonces reculó. Dijo que todo había sido una broma al público y una estrategia de marketing. Que Flavor nunca había sido despedido. Que la controversia era publicidad y ya se sabe.
Flavor aceptó el retorno dejando claro que de broma nada. Que el chaval con inquietudes de ayer, incluso de un talento hiperdotado, era el empresario de la política de hoy. Y que su papel nunca había sido ése, sino poner el contrapunto. Qué importante es el contrapunto.
A continuación, sale el mejor disco de Public Enemy en más de veinte años. Pero es una autocelebración. Un back to basics con invitados, donde dan la palabra al conjunto de la escena de otrora, y todos ellos se reencuentran a sí mismos a través de Public Enemy. Public Enemy old school. Con mucha gente alrededor, para que Chuck y Flavor no se maten.
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