A falta de una indagación severa, yo juraría que una vez leí que el paso de las big bands a grupos más pequeños, debido a una larga crisis económica, propició el nacimiento del be bop. Había un condicionamiento material en los cambios estilísticos. No solo se debían al libre discurrir del arte. Nunca lo hacen.
Apuntalando la tesis de la importancia brutal de la infraestructura, me he encontrado con una nueva historia, acerca de los libros de standards y el propio nacimiento de los standards del jazz. Antes de venderse discos, se vendían partituras. La música se reproducía en directo y el negocio estaba en las partituras. Los que hemos asistido a cualquier jam session jazzística, hemos visto ese manojo de partituras, los standards.
Pues bien, esos standards, tanto los famosos cancioneros de Porter, Gershwin, Berlin y similares como cualquier tonada que se difundía a través del cine, la radio o el teatro, que los músicos aprendían cual orquesta de pueblo, estaban recopilados en un libro sin editorial, fotocopiado, conocido como fake book. Estando familiarizados con cómo el rap 80s murió por la persecución de los samplers en aras de los derechos de autor, lo que le privó de seguir construyéndose a partir de la rica herencia del legado de la música negra anterior, no nos sorprenderán este tipo de dinámicas, como la que vamos a exponer.
El fake book no contenía las partituras enteras, que eran las que se vendían comercialmente, sino solo las melodías principales. Así pues, los músicos no reproducían las piezas enteras, ya que no las tenían, sino que reproducían la melodía principal e improvisaban alrededor de ella. Por eso que el jazz es improvisación, por los derechos del propiedad. La improvisación escapaba a los derechos de propiedad. Y finalmente, la música cambió, y dejaron de venderse partituras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario