Ella estaba en Marruecos, en los barrios periféricos de Casablanca, viviendo el noble oficio de la antropología entendido a la vieja usanza.
Le dije: "Ten mucho cuidado. ¿Por qué no te vuelves? Es demasiado sacrificio en nombre del saber. Es demasiado peligroso..."
Ella respondió con su inimitable acento impregnado de colores: "Ah, ¡deja de leer el ABC!"
Y allí siguió, entregando a la ciencia todo su espíritu y su fuerza, como en todas las cosas que ella hace.
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