miércoles, 26 de diciembre de 2018

Iglesia

Me encontré con Camilo en aquella canción de Víctor Jara, "cuentan que tras la bala se oyó una voz / era Dios que gritaba revolución".
Me encontré con Camilo en un libro de Txalaparta muy difícil de conseguir, "Camilo camina en Colombia", que hube de pedir por correo y que leí con atención adolescente.
Me encontré con Camilo en varios exiliados políticos que acumulaban experiencias de lucha, todas confluyentes en su ejemplo, todas libertarias hasta que dejaron de serlo después, mucho después. Y no diré nada malo porque yo los admiraba y los quería, a pesar de cuán lejos quedó la guerrilla, la clandestinidad, la solidaridad y el apoyo mutuo. La huella que marchó para convertirse en sólo política. Sólo poder y dinero. Seguro que ni siquiera fue mucho dinero.
Me encontré con Camilo en cada cruz a la que cantaba Víctor Jara, "no de madera / sino de luz". En cada insensato rescoldo de la utopía, por más ajeno que me pareciese según el momento. Nunca fue ajeno.
Camilo hablaba del "amor eficaz". Hablaba de Jesús de Nazaret como un "carpintero agitador". Camilo hablaba infatigablemente. No sé qué demonios hacía en el monte, pero él sí lo sabía.

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