jueves, 27 de diciembre de 2018

El Despertar

Dormíamos... Despertamos. Así decía una de las pancartas más monstruosas -y peligrosas- de aquel maravilloso caos multifacético que fue el 15M, que tuvo un legado que se agotó por completo un año después, que carece de herederos limpios y que, como los bienes comunes y las creaciones colectivas, no pertenece a nadie.
Dormíamos... Despertamos. Ese pensamiento sí tiene herederos y propietarios. Tan aberrantes como la aberración que encubre. Porque hay una trampa de la diversidad y hay una trampa de la autenticidad. Y en la trampa de la autenticidad se fundan todos los fascismos, todos los órdenes totalitarios. Por eso prefiero ser inauténtico. Inauténtico, complejo, no representado y libre.
Todos los nacionalismos -no emancipatorios- brotan de esa misma falacia. La nación estaba dormida hasta que los patriotas la despertaron. La trajeron de vuelta y guiarán al pueblo hacia el futuro diseñado. Que, casualmente, será un futuro vertical, con ellos en la cumbre, en el que no seremos iguales, ni sujetos de derecho alguno, ni más que vehículos de un bien superior del que no participamos. De las palabras de un demagogo, un criminal, un estafador o un tirano. Posmodernamente, todo ello a un tiempo. Primero como farsa, después como tragedia.

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