martes, 4 de diciembre de 2018

Gilets Jaunes

Los chalecos amarillos irrumpen como una protesta contable. Miran lo que dan y lo que reciben y las cuentas no les salen. Por territorios, por residencia, por procedencia. Después, movilizan el agravio. Juegan al anonimato y al despiste. A la violencia y a la desaparición. A usar, por última vez, la gasolina.
La movilidad espacial está relacionada con la movilidad social y la libertad de conciencia. El viaje y el aprendizaje. Por eso, la segregación espacial es la tecnología del poder favorita del totalitarismo. Control social. Control espacial. Control económico. Plusvalía. Por extracción bruta, o por apropiación directa.
Los chalecos amarillos se mueven. Gritan: O clima para todos, o clima para nadie. O República para todos, o ciudadanía hostil. Pero tienen su reverso: Cualquiera puede ponerse un chaleco amarillo. Genial, inclusivo, audaz, etc. Ahora bien: ¿Tú te solidarizarías con las reivindicaciones políticas de cualquiera? ¿Y si además ese cualquiera sin rostro en colectivo librara, sin saberlo, una guerra de cuarta generación? ¿Cómo ponderamos todas las variables dentro de un entorno amenazado?
En Francia, se hace en una segunda vuelta. ¿Protagonizan los chalecos amarillos la segunda vuelta que no hubo?

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