lunes, 17 de diciembre de 2018

EL CLUB

Volvieron a llamarme megalómano y me puse tan contento. Hubo un tiempo en que había un ranking y yo bateaba en las grandes ligas. Axl Rose, Gadafi y yo.
Pero Gadafi se colgó de su soberbia en un epítome sangriento, avergonzando a cualquier visionario. Horror.
Y Axl Rose inopinadamente descubrió la humildad, ni más ni menos que sentado en un trono, cuando lo eligieron cantante de AC/DC. Se redimió y nos engrandeció.
Y yo... Yo tuve que bajarme. El club cerró.
Volvieron a llamarme megalómano, medio por error, y me sentí tan orgulloso...
Tanto que hoy estoy escuchando a Yngwie Malmsteen. El hombre que, si prueba sonido con su guitarra y su hipervelocidad, tocando sobre una composición de Bach, le añadirá sin dudarlo notas a Bach. Y las añadirá con el absoluto convencimiento de que le faltaban al original.
Yngwie Malmsteen, Kim Jong Un y yo. No todavía en las mayores ligas, pero sí en buena compañía.

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