Ahora que en este boom encerrado de las políticas del recuerdo, politics of remembrance o lo que sea, los memoriales de uno mismo se disparan, quiero traer aquí no los mejores conciertos, pues esos me acompañan siempre y cada paso que doy cada día es gracias a que determinadas personas y también determinados conciertos me configuraron, sino los peores, aquellos que quedaron ahí pasivamente como términos de comparación, y cómo expresaron asimismo una evolución vital, individual o colectiva. Así que:
1. Smashing Pumpkins
Smashing Pumpkins no me gustaban en absoluto, pero verlos en directo es otro nivel. Otro nivel de lo aterrador. Coincidí en presenciarlos tres veces en festivales y... ¡la mejor de las tres fue la prueba de sonido! Recapitulemos: no me interesa la estructura de sus canciones, no me interesaron nunca sus obras más reconocidas, y literalmente -y esto no se nota en los discos- Billy Corgan desafina como un becerro.
Además, su estado mental a lo largo de una de las actuaciones resultaba un tanto confuso, puesto que llegó a felicitarnos la navidad en julio. A pesar de tan inusual comportamiento, ni siquiera despertaron mi atención, y terminé sentado quedándome dormido en la hierba. Pensaba que eso me llevaría al fin a tener un buen recuerdo de mi plácido sueño, en la tercera vez que los veía a la fuerza, pero... ¡alguien tropezó sin querer conmigo y me despertó de una patada! Realmente, debería de tener una orden de alejamiento de Smashing Pumpkins.
La semana pasada, sin embargo, escuché "Siamese Dream" y... matadme, pero no me pareció un mal disco. Pedro Sáchez me está aniquilando. Hasta acepto el carácter revolucionario de la Constitución del 78 y el carácter musical de los discos en los que está involucrado Billy Corgan.
2. Slipknot
El sonido de esta banda lo encuentro tan plano que me provoca sopor. Es extraño que una banda tan superpoblada de componentes no consiga que salga nada de sus instrumentos, salvo ese mazacote insufrible. Así, durante su concierto me dediqué a contar a las personas que había sobre el escenario, entre diez y once, sin llegar a poder plantearme qué hacía cada uno allí. El público, paradójicamente, se volvía loco con lo que salía de los altavoces. Era 2001 y toda una época empezaba o terminaba o qué sé yo...
Curiosamente, su disco "Iowa", inmediatamente posterior, no me desagrada. Creo apreciar matices debajo de su monotonía. Esta tarde, en un alarde de masoquismo, volví a escucharlo y confirmé el diagnóstico. Estoy fatal.
3. Offspring
Los one hit wonders del hardcore melódico, y lo único bueno que puedo decir de ellos es que su hit sí me gusta. El grupo dio un mal nombre a su estilo musical, y verlos frente a una banda real de la misma escena hacía que palideciesen hasta el infinito. A estos también tuve que contemplarlos, en festivales, por dos veces, y al menos la segunda tuvieron tres cortes de sonido que les sabotearon por completo. Me harté de reír.
4. Los Planetas
No sólo vi en una ocasión a Los Planetas, sino que vi el que en su propia opinión es el peor concierto de la historia de Los Planetas. ¡Superadlo! Presentaban el ñoño "David y Claudia". Presagiaban todo lo que el indie patrio y las revistas de tendencias nos harían sufrir.
Tengo mi copia de "Una semana en el motor de un autobús", tiene un significado generacional y lo defenderé cuando haya que hacerlo, y lo reescucharé periódicamente. Pero que nadie trate de convencernos de las bondades de Los Planetas.
5. Great White
Para quien quiera escuchar anécdotas bizarras, para cerrar esta lista tengo una mejor que la crónica de cualquier artista que se sube al escenario beodo y no puede sostenerse en pie. La historia del concierto de Great White en Madrid.
La cosa empezó prometiendo, porque me tocó la entrada en un concurso de la radio. Evidentemente, no iba a aprovecharla mucho. El grupo estuvo sobre la escena durante dos canciones antes de huir de allí. Yo también pensé que al tercer tema, empezarían a caer botellazos.
Alguno de los miembros de la banda la habían abandonado poco antes y a Jack Russell no se le ocurrió otra que, ante la dificultad de ensayar el repertorio con sus sustitutos, mantener la gira europea, traerlos y tocar en playback. El público heavy o hard rockero no es precisamente el de la última estrella pop, y tiene un oído para lo que interesa que sólo se ve en las óperas más suntuosas. Así que tras la primera canción empezó la sospecha y a la segunda, una bronca monumental.
En su siguiente pifia, unos años después, en un mal uso de la pirotecnia en un club mataron a cientos de personas. Incomprensiblemente, siguen tocando, pero no os acerquéis a Great White. A sus discos sí. Sleazy de gran tonelaje, con toda las buenas sensaciones que después jamás dieron.
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