En los registros de la fórmula Unplugged de la MTV, en los que algunos artistas se reivindicaron, otros hicieron lo que ya hacían para un público nuevo y la generación grunge produjo extraños documentos sonoros que pasaron a la historia por la mortalidad de los iconos y no por la representatividad o el valor de lo que allí sonó, había una entrada oscurecida, que daba lugar a la hipótesis. Ponía: Stevie Ray Vaughan & Joe Satriani. Se trataba de los primeros programas de prueba. ¿Se habría emitido? ¿Se editaría algún día? ¿Era lo que prometía? ¿Habrían mezclado tan mal ambos colosos que nadie hacía leyenda del inesperado crossover?
Stevie Ray Vaughan y Joe Satriani compartieron programa, pero no escenario. Stevie, impecable, sacando una religión completa desde el blues de sus dedos, aún con guitarra de palo. Joe Satriani, perdido, de la época en la que jugaba a ser cantante y perseguía su blue dream equivocado. Nada que certificar. Nada que objetar. El padre de los guitar heros sin su armadura guitar hero. El resurrector del blues mostrando su equipaje. No pudo haber un no encuentro más lejano. Queremos a Satriani solo cuando surfea. Quisimos a Stevie siempre. Lo echamos de menos, desaparecido, cayendo desde el cielo en vez de subiendo al cielo, mundano y divino como el blues.
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