Por la mañana, limpiando con un disco de Tommy Dorsey. Por la tarde, deprimido, escuchando rock progresivo. Sábado total. Arroz con atún, precocinado en el microondas. No tengo café. Me he comido durante la semana todas las galletas y he engordado. El viernes, tenía el cansancio y la sensación del deber cumplido. Hoy, ni el hard rock 80s acudió al rescate. Parece que ha pasado un lustro desde ayer. Pierdo la noción de los días y los meses más que de costumbre.
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Los hijos de puta se mantienen ahí arriba, sin restricciones, en este 2020 de sus sueños de rencor, espanto y asesinato. Todo continúa susceptible de empeorar, a pesar de la primavera. En una Escuela de Negocios de Nueva York, bajo la chatarra de la palabrería optimista bussiness friendly no importa cuales sean las condiciones, dijeron que sería peor que la crisis del 27. Que la palabra crisis adoptaría un nuevo significado. La simulación implica creer que todo sigue como estaba, solo porque nuestras casas por dentro siguen como estaban.
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