Yo quería ir, quería ir, quería ir, pero cuando llegaron las marchas indignadas a Madrid, ¡estaban tan alegres! La felicidad de caminar juntos era desbordante, a mí me parecía comprensible, defendible y hasta bastante loable, pero eso me llevó a poner grandes barreras: ¡Yo no estoy nada contento! ¡Yo quiero prenderle fuego a todo, aunque sea semióticamente o como tengan a bien dejarme!
A mí no me convocaba al 15M la mística de la plaza medio liberada y la asamblea, sino una forma no explorada de luchar en colectivo cuando ya lo había dado por perdido. Yo no fui allí a autorrealizarme, hacer amigos o insuflar ideologías, sino a intentar formar parte de lo que estaba surgiendo y a implorar que un día desembocase en derribar uno, dos, tres... muchos Gobiernos.
MÁS SERIO QUE BUSTER KEATON EN PANTALLA GRANDE. CON TODA MI IRA ABSOLUTAMENTE INTACTA.
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