Esto había terminado pero vino la necesidad de la escritura, el impulso irrefrenable cuando todo se cae de forma contundente, cuando todo colapsa sin premeditación alguna. Entonces escucho a Black Sabbath con Dio, me envisto de neón, trato de escaparme y lo consigo. No sin ayuda. No sin volver allí, sin volver aquí... Rompo con los oasis estúpidos que construí en el pasado porque el pasado fue otra cosa, otra cosa. Ya no vale. Sí valen, sí cuentan, sí llevo conmigo en mis escasos y alabados sentimientos a los amigos con los que adentré camino. Su inverso, los espejismos, estallan en un instante, te dan en la cara y se consumen más o menos pronto. Aquello se acabó. Hace mucho tiempo -como mínimo 73 minutos- se acabó.
Gracias a los que me enseñaron a permanecer. [E unha aperta a Steven Adler].
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