jueves, 22 de septiembre de 2011

MI PENSAMIENTO POLÍTICO

Mi pensamiento político en su versión minimalista -finalmente la única que subsiste- es muy sencillo y casi entraría dentro de los parámetros de lo "políticamente correcto":
1. Estoy radicalmente en contra del racismo.
2. Defiendo la lengua y la cultura gallega.
3. Apoyo la lucha del pueblo palestino hasta la desaparición de la entidad sionista, y nunca reconoceré a Israel.
¿Cómo estos tres elementos, en teoría tan universalmente compartibles, me llevaron a ser considerado un peligroso extremista fuera de la realidad? De verdad, ¿por qué todo es tan extraño en este entorno?
No ocurre ya que este "programa mínimo" se expanda hacia la transformación absoluta de lo existente, sino que procede de un repliegue meditado y necesario. ¡Permitidme cumplir con mis tres puntos y dejadme en paz! Pero no, no iba a ser así. Los problemas conspiraban para perseguirme aun en mi no actuación. Cercado y sin fácil salida, saben que resistiré cuanto pueda a todas las formas de dominación que tenga delante. Que me volveré feroz, malo y temible, me cueste lo que me cueste, buscando mi equilibrio eterno: yo no puedo ganar, ellos tampoco; yo perderé en todo pero ellos lo pagarán caro.
Atacan y atacan. ¿Por qué atacan tanto? ¿Por qué no puedo arribar a la retaguardia, a mis tres puntos, a la tranquilidad de una derrota de la que se sobrevive?
Pues porque parece que no puedo. No se me asignó en el reparto, Fray Luis de León, la plausibilidad del sosiego. Y quien sabe, quizá ahora no sepa vivir de otro modo. La costumbre, fuente, también, del derecho. La costumbre en ausencia de ley. Por encima de la abstracción de los principios generales del derecho. La costumbre de no servir a la sumisión, de no rendirme y de tener la autodestrucción como penitencia. Mi pensamiento político, en última instancia, es sólo una insana costumbre.

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