Quería escribir de cómo hacer compatibles todas las necesidades de un proceso de paz que nunca fue, la petición de perdón a las víctimas, la reducción de penas de los implicados en la violencia, la devolución de la palabra a la sociedad vasca y el no premio político a los representantes de los victimarios. Evidentemente, no podrá ser así. Debe de ser el primer caso de un proceso de paz en el que la paz es desarme, a las víctimas se las revictimiza y acosa, los que dejan las armas siguen en la cárcel bajo legislación de excepción y sus representantes políticos cambian de representados.
Por una parte, se percibía sin mucha doblez que los presos eran una amenaza a la silla que ocupaban en las instituciones sus agentes políticos. Si los que salían iban a demandar su lugar, se lo quitarían a los que estaban, por lo que el primer objetivo de Batasuna-Sortu-Bildu-qué-más-me-da consistía en luchar contra los presos. El segundo era asumir su participación en el nuevo españolismo, sustituyendo al PNV pero no desde Euskal Herria, sino desde Madrid. Puesto que saltaba a los ojos que el nuevo mapa político vasco, donde todos los partidos se alineaban con el nuevo poder central español al margen de cualquier dinámica parlamentaria vasca, no resultaba creíble: Si el PNV no veía a la oposición, es porque todo era oposición, y el venerable árbol con el que se había imbricado caería como el último resquicio del régimen del 78, también conocido como democracia.
El pasado quedaba atrás, en todos los sentidos. Sin embargo, un proceso de paz es un hecho moral. Y precisamente una estampa, una imagen, nos da la nota moral de estos días, lo que impide escribir sobre nada y pensar sobre nada.
A un parlamentario de Bildu le pone una multa la guardia civil por desplazarse durante el estado de alarma y llama por teléfono a Marlaska para que se la quite (y por supuesto lo hace). Recordemos que Marlaska ha sido reiteradamente denunciado por la Izquierda Abertzale como el juez más torturador de la Audiencia Nacional. Y esa es la estulticia en la que nos vemos sometidos, y por eso o nos sumimos en el silencio ante la quiebra de valores, o luchamos a pesar de la incomprensión, los insultos y el miedo. Porque verdad es palabra, y no deben arrebatarnos la racionalidad, ni la biografía.
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