lunes, 18 de mayo de 2020

The Pretty Things

Quería ir a aquel concierto, a pesar de que no soportaba entrar en aquella sala, de que me molestaba que una banda coetánea y superior a los Stones tuviesen que tocar, más allá de la jubilación, en un tugurio. De que fue precisamente en aquellas paredes, que prometí no volver a pisar, en donde mis oídos sufrieron daños por varios meses en un concierto de blues-rock. Quería ir a aquel concierto a celebrar la pureza de la electricidad sixties, la sustanciación de la negritud hecha británica, un sonido que es hoy el de la resurrección.
No quedaban entradas y no hubo oportunidad, y más me apresuré para que, a falta de gira de despedida, los Pretty Things ocupasen la parte indómita de mi corazón, la no reapropiable, a la que no le importan los conciertos en estadios ni el reconocimiento ni la gloria, porque la gloria es ese instante invisible suspendido en el horizonte que nadie ve, y eso puede llamarse mística o batalla o rock n´ roll, y no está de moda y me da igual, porque I like it like it yes I do, que dirían sus viejos rivales que nunca pasaron de alumnos. 
Phil May murió en mayo... Neste maio longo e sen rosas.  

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