Escuchar a Elvis, todos sus discos, empezando por el último de ellos. Éste comienza por "Unchained Melody", por una versión que fue también la última canción que tocó sobre un escenario. Agotado, sin tenerse en pie, el Elvis gordo se sentó y con un aliento sobrenatural consiguió una interpretación prodigiosa. Consiguió ser Elvis. Podemos comer mantequilla de cacahuete en cantidades industriales, no movernos, hundirnos en la paranoia y el pánico, que Elvis prevalecerá, con su voz inmortal, con su nombre errante evocando.
No fue un juguete, y hasta me gustan sus películas. No descarto verlas todas. Por segunda vez.
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