viernes, 29 de febrero de 2008

MEGADETH ENTRE GILIPOLLAS

1. No me estoy haciendo viejo, ¿verdad?
2. ¿Qué hemos hecho para merecer esto? Varias semanas con las entradas agotadas y el concierto no se puede cambiar a una sala más grande porque en la Riviera tocan los Mars Volta, aquellos gafaplastas.
3. Pasaron los tiempos en que los conciertos heavies significaban la inmersión en un glorioso ejército de descerebrados violentos según nos han contado. Aunque no se tratase de un comportamiento hoy tan masivo como en otras ocasiones, no soporto ya más a los que van supuestamente a ver a una banda en directo y se pasan el tiempo sacando fotos con el móvil, magreando a sus novias o hablando con sus colegas. Ignoro los procesos mentales por los que alguien puede pagar más de 30 euros por una entrada y no hacerle ni puto caso al grupo que está sobre el escenario, y aunque no sea mi problema, en realidad sí lo es cuando invaden mi espacio vital (quiero mi lebensraum!) o interfieren en mi campo visual y me obligan a un costosísimo esfuerzo de abstracción imaginando que sólo existimos la banda y yo para conseguir dejar de pensar a cuántos de los imbéciles que tengo a mi alrededor les aplicaría la eutanasia sin remordimientos.
4. Coge a ese técnico de sonido, coge y rájalo. Apenas pasaba de la media hora de show, no exenta de altibajos, cuando ese grandísimo gilipollas y aprendiz de genocida decidió cargarse el concierto. En realidad, cuando los teloneros suenan mejor que el grupo al que has ido a ver, alguien no ha hecho su trabajo. Pero la solución no es subir el bajo hasta que te agrede físicamente en todo el cuerpo, sólo un punto por debajo de donde los tímpanos comienzan a sangrar. Ni mucho menos intentar remediar el estropicio varios temas después manteniendo un volumen del bajo inviable y subiendo acto seguido una de las guitarras para que en las notas muy agudas te den punzadas en los oidos. (Evidentemente, tuve que retirarme al fondo de la sala).
5. Las drogas y el alcohol no son buenas. Público insultantemente complaciente que, junto a la resaca de mañana, se encontrarán con un pitido que les acompañará toda la semana con dosis alternativas de dolor.
6. Se echa de menos a los ausentes. La banda no va, salvo el batería.
7. "In My Darkest Hour", "Hangar 18", "A tout le monde", "Symphony of Destruction", "Peace Sells"... Dave Mustaine bien, gracias. Es uno de los mejores guitarristas rítmicos de la historia, un magnífico compositor y su extraña forma de cantar se ha hecho imprescindible para el metal. Su voz cavernosa al hablar entre canción y canción también mola. Mustaine estuvo bien, pero a pesar de las circunstancias del concierto, sé que no fue grandioso esta vez. Esperaré.

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