sábado, 24 de febrero de 2024

Boom boom

No se recuerda a John Lee Hooker. Del olimpo de las leyendas del blues en su senectud, equiparado a los grandes forjadores del género que moraban los cruces de caminos y trasportaban sus guitarras gastadas en estuches polvorientos, a la desaparición del imaginario. En un estilo musical constante, John Lee Hooker representaba la constancia en su creación única. La bota marcando la percusión, la voz inconfundible, los acordes reiterativos que no reiteran machaconamente ritmo, sino que se elevan conformando el boogie a partir de esas maltrechas cuerdas, golpeadas una y otra vez en una alucinación circular y feliz. 

Todas las canciones de John Lee Hooker son la misma. Como AC/DC, Motörhead, Ramones, Status Quo. Añadiríamos a ZZ Top, pero entonces no solo sería la misma, sino que sería la misma y de John Lee. A John Lee Hooker, le escribían odas antes de que comenzasen los sesenta. Le veíamos en ocasiones en televisión antes de morir. Estábamos tan acostumbrados a bluesmen muertos y a John Lee Hooker vivo, que no hay mayor anomalía que después de muerto no esté presente. 

Esa imagen icónica estaba hecha para perdurar y no para ser eliminada. Igual que el blues, que se va apagando, no por el fallecimiento de los que lo practicaban, sino porque apagan el delta, la electricidad de 
Chicago, apagan en suma todas las cosas que importan, y Johnny Lee tiene suerte, formando parte de aquello que apagan, mientras desconectan la energía, la producción de las fábricas, la manera en que vivíamos, creábamos, escuchábamos, bebíamos, movíamos la cabeza en los bares mientras sonaba "Boom boom boom boom" y mirábamos a la chica de la que pensábamos "I like the way you walk". Tampoco nos gusta ya una persona por cómo camina. 

Volvimos la espalda a demasiadas cosas una a una.   

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