domingo, 16 de septiembre de 2007

PARANOIA

Con ánimo de objetividad y exclusivamente a efectos de análisis de las limitaciones de las dinámicas sociopolíticas etcétera etcétera, me surge la siguiente reflexión meta-teórica: ¿Podría un supuesto movimiento insurreccional armado que persiguiese la destrucción del capitalismo y el Imperio plantearse derribar edificios en construcción? Teniendo en cuenta que quizá uno de los escasos elementos productivos de la actividad económica capitalista se encuentra en el negocio inmobiliario, ¿sería posible actuar materialmente contra éste? Aquí debería apuntarse que, en realidad, la especulación financiera tanto en lo que respecta al suelo como en cuanto a la financiación de las viviendas convierte el adjetivo de actividad productiva en una mera ilusión; pero en fin, después de todo las casas existen fuera de los flujos financieros que se autoalimentan a su costa. Y si las casas existen, entonces podrían constituirse en objetivo "legítimo" de sabotaje armado. Ahora bien, los futuros habitantes de esas casas, a los que llamar propietarios sería admitir la exageración de sus aspiraciones imaginarias, en todo caso, a los que sueñan con convertirse en propietarios de ellas tras décadas de esclavitud hipotecaria (es decir, a mucha, muchísima gente) tales acciones les parecerían del todo inaceptables, apoyando una salvaje represión contra el movimiento en todos los órdenes.
Finalmente, a partir de lo anterior puede llegarse a algunas conclusiones provisionales: A un supuesto movimiento insurreccional que se dirigiese a tan loables fines debería de importarle un carajo la opinión de la gente de aquí. Después de todo, granjearse la aceptación y el apoyo pasivo o activo de amplias masas populares, más allá de las propias necesidades de autorreproducción social del movimiento, sólo resultaría necesario para sustentar el Gobierno Revolucionario Popular que sucediera a la destrucción del Estado capitalista. Pero pensar en esa alucinógena fase histórica constituye un síntoma de que definitivamente los militantes revolucionarios están colgados, de que su reino no es de este mundo. Pues bien, la destrucción del capitalismo y nada más. ¿A alguien le parece poco? Después, qué más da... Ya no sería trabajo nuestro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

los aristócratas románticos del siglo XIX mandaban construir ruinas pseudogrecorromanas en sus jardines, era lo más chic.
Quizá eso es lo que ha quedado en la historia oficial, y la realidad bien pudo ser otra..

C.