viernes, 24 de agosto de 2007

LOS ZAPATOS DE LA MUERTE

Iba caminando apresuradamente por la calle peatonal, me dirigía a hacer un trámite administrativo estúpido. A un lado, la furgoneta de los servicios sanitarios y los coches de la policía municipal, sus ocupantes inclinados sobre un hombre medio tumbado en el suelo (¿respiraba?), multitud de jubilados en pequeños corros oteando desde las esquinas.
Recuerdo la primera vez, también en la peatonal. En aquella ocasión no había duda. Evitando la mirada directa, con cierto pudor, lancé el rabillo del ojo y de aquel hombre, ya viejo, que yacía tumbado boca arriba, sólo alcancé a ver sus inmensos zapatos. Desde entonces, creo que la muerte empieza creciendo sin que te des cuenta. Aparece un infinito de color negro por alguna extremidad, y cuando intentas calzarte, las suelas se han convertido en inabarcables. Cuando mueres creo que Dios te pisa y nada más.
Por eso, en el camino de vuelta, traté de olvidarme de la cuestión y sobre todo no mirar a la derecha, no saber, no confirmar. No fue difícil. Justo por mi lado izquierdo pasaba una chica con un culo precioso...
Dos actos inútiles: morirse, mirar a las mujeres. Todo el mundo sabe cuál escoger. Pero no dejan de ser dos actos inútiles.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo acabo de morirme viendo pasar a una vikinga.


C.