miércoles, 10 de enero de 2024

Cuando vi a Shannon Hoon

Pennywise acababan de bajarse del escenario, a primera hora de la tarde, después de una tumultuosa actuación junto a Nofx donde ambas bandas hermanadas habían propiciado un asalto del público a las tablas, en consonancia con su hardcore melódico también tardío -de tarde-, que nos desperezó y nos despedazó en partes o mitades iguales, e igualmente poderosas.   

Ya sentados en el césped, la hora sí ayudaba para recibir a Blind Melon, pero lo que acabábamos de presenciar no. Luz diurna y rock acorde a ella, la diáfana claridad de sus canciones, las cuales apenas comenzaban a hornearse las de su segundo álbum, cayeron indigestas sobre la audiencia parapetadas tras un Shannon Hoon que no estaba en condiciones. Durante todo el concierto, su congestión psicotrópica lo dirigía a lanzar constantemente el micrófono al aire, tratando de colgar el cable a través de las vigas del techo. Enfrascado en esta particular epopeya deportiva mientras la banda hacía lo que podía, los excepcionales Blind Melon pasaron sin pena ni gloria. 

No es de extrañar que a continuación, White Zombie en su mejor momento dijesen adiós a "All that hippie bullshit" con una estruendosa ovación, trayendo toda la calidez industrial de un "More Human Than Human" que, con Sean Yseult y J. a los mandos, hacían que su frontman brillase. Un Rob Zombie que nunca pagó sus deudas de su falta de humildad y su no sobrante talento, salvo para elegir de quien se rodeaba.

1995 era de White Zombie, del rock industrial refacturado a alternativo, era de Epitaph, de la escudería de seguidores con gancho de Bad Religion, y no era de una rara avis como Blind Melon por más que Shannon Hoon hiciese coros en "Don´t Cry", al haber nacido en la misma localidad de Axl -Lafayette, Indiana-, y que su debut se hubiese encaramado en las listas y la Mtv porque cómo no hacerlo, teniéndolo absolutamente todo para ello. 

Así pues, al bajar Shannon Hoon ese día a su caravana no pensé, nadie pensamos, que no lo veríamos más, sino que en la gira de su tercer, cuarto o quinto disco ahí estaríamos, porque su rock clásico se relacionaba directamente al oído con la eternidad. Con la eternidad de seguir aquí y no con la que apareció, la de morirse a los 28 años pocos meses después, sabiendo que acabábamos de verlo y no le habíamos hecho ningún caso, que no nos habíamos hecho ningún caso, mientras Shannon lanzaba micros al sol y cantaba y reía con desigual afinación. 

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