Nunca sabré bien cómo esquivar tontos. Yo no me muevo y cuando se acercan demasiado, pego primero y pregunto después. Los tontos, con su superioridad moral a cuestas, con su supremacismo corpóreo, a tres milímetros de tu cara, amenazantes. El mamporro inevitable.
No saber irme a tiempo y prosperar. No saber contemporizar con quienes desafían mis creencias y la más elemental justicia social, enclavada en el pasado, en el concepto de igualdad y el progreso constante de las sociedades a través de la educación y la cultura.
Y parezco un padre fundador de la Unesco y solo soy un gallego más, un gallego menos, un gallego ni más ni menos, ni blanco ni negro ni izquierdo ni derecho ni sátrapa ni traidor ni arribista ni esclavo ni ascendente ni descendente ni interesado ni soñador, ni todo un truhán ni todo un señor. Gentleman siempre indecente jamás. Soy y no soy y no soy y soy, y el borrado no me alcanzará porque hace mucho, hace mucho ya, y en mi Patria denantes, só denantes, la clave está ahí, y habito una preposición y soy libre y tú no, pero me caen todos los tontos y pronto me despedirán de nuevo y no me importa, ni el mejor abogado, el más denodado mediador puede escapar de la línea de ametralladoras automáticas, y manda quien tira del gatillo, y anónimo luchador, no tendrán las armas la razón pero qué bien vendría tener alguna, por eso que Félix Likiniano, anarquista de los de antes quería inventar la bomba atómica de bolsillo, y a mí me encantaban sus memorias y siempre me comporté como si fuese a tener una. Una, dos, tres. Uno, dos, tres. One, two, three, four. En esta vida, aun adulta, yo solo respeto a los Ramones. Y Gabba Gabba Hey.
Gabba Gabba Hey!
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