Un indicador, número de muertos, número de parados. El último rastro de la materia desaparece cuando no se presta atención a los indicadores. Cuando el incremento en los indicadores, como señalaba rudimentariamente Engels, no sirve para transformar nada.
Los indicadores se sustituyen por palabras. La pandemia, aventuran los que se dedican a fabricar signos low cost, demuestra el fracaso del capitalismo. Cuando, muy al contrario, la pandemia, los indicadores, demuestran el fracaso del Estado. ¿Cómo va a demostrar una economía en la que no hay economía, cerrada gubernamentalmente y llevada al colapso para que otros se apropien futuramente del negocio, el fracaso del capitalismo?
El fracaso del capitalismo es su funcionamiento ordinario, la manifestación de la esencia de su modo de producción. La pandemia no tiene nada que ver con el capitalismo, sino con su superación por un modo de producción aún más brutal, encabezado por aquellos que no hacían sino hablar de los males del capitalismo mientras se aprovechaban, cada vez más, de él.
El populismo, de izquierda y derecha, halló por fin las bases materiales en las que puede incrustarse. El exterminio de los consumidores no porque trasciendan su condición de consumidores, sino por su desaparición como personas físicas. La inexistencia de producción, actividad económica, trabajo y dinero. Los países como fincas privadas de una colección de autócratas, no aversos al exterminio. La ruina feroz.
Etc. Etc. Etc.
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