De todos los crímenes cometidos por la organización denominada Gobierno de España en estas semanas, en la que el Psoe por fin alcanzará sus objetivos últimos -el paro universal y la colocación del 100% de los afines-, y en el que Podemos fantaseará con acercarse a los suyos -robar los lingotes del Banco de España cual villanos de La Jungla de Cristal en medio de una calamidad política sin precedentes-, tras amagar con dejarnos sin luz -todo llegará- y tener la casa llena de papel higiénico porque tenemos miedo, el peor de ellos fue la gran campaña contra las mascarillas. Llevar una mascarilla era antipatriótico, repetían todos sus propagandistas mediáticos -el 100% de cuota de pantalla, el 80% de espacio radiofónico, el 50% de venerable papel impreso, más el otro 50% por presión empresarial-. Así pues, no podíamos llevar mascarilla por pánico a la reacción de la horda de ignorantes progubernamentales que podía hacer de las medidas elementales de protección algo socialmente peligroso. Ahora, en estado de alarma, por favor, mascarilla sí. A partir del lunes, mascarilla siempre.
Desde el noroeste, llueve y toso y os odio a todos.
Venceremos.
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