Hay un hombre que no puede salir de una cama en una de las ventanas de enfrente. No debería de sentirse especialmente concernido con lo que sucede. Sin embargo, esta tarde me pareció que se sumaba a los víctores de las ocho. En mi opinión, celebraba que todos estaban al fin como él. A eso se le llama también compañía.
Nos acompañamos quienes estamos en el mismo confín.
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