Mi vinculación con la revolución cubana y con Fidel siempre había sido absoluta. Quizá este distanciamiento lleve a una consideración todavía mayor. Aquella revolución de Cuba será, Castelao irmán noso, "matriz inesgotábel de obras de arte". No la dejaré, y por eso me soliviantan ahora sus terminales estertores, la vulneración de la letra y del espíritu de la Constitución que un pueblo liberado se dio a sí mismo.
Con la revolución bolivariana mi relación fue (¿es?) de igual deslumbramiento que con la irrupción del arte de vanguardia. Al margen de la fascinación estética a lo lejos, forja nuestro mundo, se basa en hechos y en valores compartidos. Se participa en ella como cuerpo vivo, hay contradicciones, pero esas contradicciones no la borran.
¿Dónde quedó la lealtad, la incondicionalidad de la belleza? Mi única lealtad así entendida está con la Resistencia, también, por supuesto, con Hizbollah, con el pueblo palestino y con Hamas, y con el país de mis anhelos, la República Árabe de Siria. Todos ellos fabrican la única literatura que de verdad me interpela cada día. La única realidad de la que con justicia podría ponerme a sus órdenes.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario