Dicen que la noche será fría y la calefacción ya escupe facturas abultadas que dudo poder pagar. La humedad del río se cuela por las rendijas de las puertas. Desventajas de los patios andaluces, a los que no me siento próximo ni siquiera como experiencia estética. En todo caso, como experiencia musical, llamando a Triana. Ese patio sí. Pero en dibujo.
La noche sigue decreciendo en amabilidad, y si Andalucía es un sentimiento no creo que me sienta muy próximo a él. Mirando los títulos de los libros o artículos de Blas Infante, diría que es un sentimiento, un sentimiento ajeno. Suena en esa aberración que es escuchar música en los teléfonos el disco majestuoso de Nicole Atkins, llegando al máximo en "Promised Land". Trata de no poder llevar su corazón a la tierra prometida.
Esta no es mi tierra prometida, pero tampoco creo en ellas. Quizá ahí se yergue la base de mi fortaleza.
Al lado del río hay un molino, ni muy bien ni muy mal conservado. Ese molino, aprendí esta semana, toma el nombre de almuzara. La almuzara junto al agua es como un faro. Igual de solitaria que un faro, alzando su luz desafiante sobre el mar.
En todos los lugares hay algún elemento que nos recuerda a nuestro hogar. Por eso el internacionalismo se ancla poderoso, en todas las patrias. Por eso los gallegos podemos estar solos en cualquier parte, propia o ajena, y hacer de este tránsito nuestro destino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario