Abrazafarolas, chupópteros, correveidiles, decía José María García en las ondas cuando yo era pequeño. ¡Hay tantos abrazafarolas de la revolución! Tantos que se quedó sin luz, y así vamos, en las sombras de la verdad, esquivando a los falsos amigos, los false friends, esos que una mala traducción te da pero nunca será un equivalente. De lengua a lengua, investigando los latidos en las fauces de la interpretación, el sentimiento, la dicha de encontrar, la dicha de no dejarse llevar por la facilidad del error, muy bien remunerada. Así transcurren los años y los días, y los cumpleaños, con la rutina de no querer que nada sea distinto, de no querer mirarse al espejo y vomitar.
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