"Los talibanes también quieren a sus mujeres", exclama una profesora de relaciones internacionales y articulista de El País, en una mesa redonda. De todas las expresiones que pretendía buscar para enfatizar que los talibanes "también son personas", escogió la más inadecuada. Al margen del tropiezo intelectual de una presupongo vociferante adalid del 8M español, lo que buscaba afirmar, en completo consenso con las demás participantes académicas del evento, indicaba el zeitgeist político, el national mood. Un national mood de una élite particular para la que el blanqueamiento del crimen es moneda corriente y pista sobre nuestro devenir.
Así pues, los talibanes son como nosotros, lo que se dijo junto a una negativa explícita a considerar que el Estado Islámico, la organización más nítidamente terrorista que conocemos, constituyese una organización terrorista. Al Qaeda y el Estado Islámico, se explicó sin rubor por parte de los académicos de nuestra clase dominante, despliegan en realidad una "violencia política anticolonial", hacia la que hay que practicar la comprensión, el análisis abierto y el reconocimiento.
En resumen, los profesores universitarios del Estado Español -demos gracias al masculino genérico aquí, que impide entrar en la evidencia- creen que los talibanes, Al Qaeda y el Estado Islámico son los legítimos representantes de los pueblos del mundo. Imagínense cómo nos tratan y tratarán a nosotros -y nosotras- en cuanto tienen o tengan oportunidad. Su odio a los trabajadores y a los pobres tiene naturaleza terrorista.
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