Entro en el trabajo y hay dos personas nuevas. Una de ellas tengo claro que es una enchufada. De hecho, a lo largo del proceso debieron manipular algún documento, ya que no cumple los requisitos mínimos necesarios para su elección. Me vuelco entonces en la segunda, en tratar de ayudar a formarla. Por la tarde, reviso los documentos. Efectivamente, la segunda también es una enchufada, su plaza se asignó discrecionalmente. Creí que el 50% del proceso de selección sería limpio. Mi optimismo no conoce límites.
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Por cierto, las dos me quitarán el puesto y se lo repartirán, en no más de seis meses.
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