Se acepta que la Primera Guerra Mundial fue una pugna interimperialista entre el capital, pero no se acepta que la relación entre las diversas facciones del capital es conflictiva, a veces, de una virulencia feroz. Sin embargo, la lucha final entre el capital nacional y el capital global tomará forma de contienda política sanguinaria, se saldará con una revolución. Una nueva revolución burguesa.
Y en eso estamos. Combatiendo a los nuevos burgueses e ignorando a los viejos. O apoyando a los nuevos burgueses frente a los viejos. Ese es el bipartidismo (no democrático) en el que nos metieron. Y no remitirá.
Fin de la profecía, comienzo de la película de sobremesa. Porque se junta la trascendencia de las profecías, y la banalidad del mal de los telefilms. Y por eso debemos salir del marco y no mirar.
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