domingo, 30 de junio de 2019

V

Miró a los ojos a la locura y abrazó la verticalidad del suicidio. Te quiero, hermano, y no hay un solo día que no te recuerde. El sofá, Le Monde Diplomatique, la renta básica para comer croissants, te doy una canción y digo...
Y nos das y nos das. A veces, la tabarra de un modo inhumano. Pero nadie que te hubiese conocido entonces, a pesar de todo, hablaba de ti sin afecto. Aún riéndonos de tus ocurrencias, las olas de afecto surcaban el aire.
Infinitamente amado en la memoria, te veo en los sitios de forma recurrente, y tienes buen aspecto, la sonrisa de estar a gusto, los hoyuelos made in Albacete, el guiño de complicidad y de que saldremos de ésta.
Caíste libre pero eres un cabrón. Marcaste ese camino que no es el camino. Hay días que te veo a cada instante y también me dices que no.
Ya no puedes hacer nada. Ya no podemos hacer nada. Y sí podemos hacer todo, aunque la realidad nos chingue a cada paso. Y un día me salvaste la vida, literalmente, y por eso hay que seguir por aquí. Nuestro tributo es estar vivos aunque sabes que me cambiaría por ti cincuenta veces.
Te quiero, hermano, y te veo en cada esquina. Y tienes buen aspecto, la sonrisa de estar a gusto... Le estás tomando el gusto a la eternidad, y sé que vas a vivirla.

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