En el intento de readaptar el melancólico adagio de Cornelius Castoriadis, Socialismo o barbarie, se ganó en sonoridad pero se perdieron otras cosas, porque la vieja fórmula era algo redentorial, subrepticiamente positivista y bastante naif, pero sincera y al menos dialécticamente correcta.
Comunismo o caos. No veo la disyuntiva. Me recuerda a aquel panfleto de la CNT que reproducía tachándola la definición del diccionario de anarquía como desorden, y corregía: La anarquía no es el caos, sino la expresión más suprema del orden. O más sublime, o lo que fuese. ¿Orden perfecto? ¿Orden sublime? ¿Se trata acaso de geometría euclidiana? Venga ya. ¡No necesitamos salvadores del abismo!
La contraposición forzosa entre comunismo y caos es tan ridícula como plantear la elección entre comunismo o chocolate. Precisamente la ideología burguesa se caracteriza por presentar falsas elecciones en torno a lo real. En hacer trampas con las palabras y envolverlas en supuestas racionalidades para ocultar lo inocultable, y extrañamente lo consigue sin cortocircuitarse, porque primero se estableció en el pensamiento y antes, mucho antes, en las formas homogéneas de producción del pensamiento.
Pero estaba imaginando una utopía de comunismo y chocolate sin contradicciones dialécticas entre sí y con bastante felicidad en mí mismo como resultado... Lo cierto es que puedo concebir una coyuntura en la que el desarrollo de las fuerzas productivas de una incipiente República Socialista nos privase provisoriamente de chocolate. E incluso en esa situación, que tendría por fuerza que calificarse de caótica, los términos de la elección se enunciarían como "caos o chocolate", dado que habría "comunismo y caos" sin paradoja alguna.
¿Mecca-Cola o Mandarin Cola? ¿Comunismo o caos? No quiero lemas. No quiero disyuntivas falaces. We want the world and we want it now. O sí quiero lemas. Mecca-Cola y Mandarin Cola. Comunismo, caos y chocolate.
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