Les prometieron ser Europa, les dejaron jugar a Netflix mientras creaban un clima ultranacionalista asfixiante en un país en guerra mucho antes de la invasión. El Presidente de la serie de televisión, que da discursos en los que gana guerras de ciencia ficción.
Yo soy Europa porque mi vecino no lo es, pero al final todos somos Europa. Si Ucrania es Europa, Rusia es Europa, y ahora ponemos sanciones y vemos quién se dispara más en un pie de felicidad. Me preguntaban si era un complot. No un complot, sino una conjunción de intereses estrechos. Y de percepciones, obligaciones y constreñimientos del rumbo.
La realidad no es una guerra perfectamente cibernética, pero la realidad es un tanque y la desaparición e imposible vuelta de la estatalidad de Ucrania, convertida en un espacio vacío para el enfrentamiento entre potencias, a manos de unas élites corruptas que se desentienden de sus ciudadanos, ya ex-ciudadanos.
En el fondo, marcan el camino en el que ya vamos, un camino de ex-ciudadanos de ex-democracias en las que la histeria de la clase gobernante ha alcanzado la fase de ocultación y rapiña. Solo viven ya en la excepcionalidad. Pero nos joden ordinariamente.
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