Tampoco hago una excepción con la lotería de navidad. En un país en el que la supervivencia económica resulta imposible, la única esperanza es el azar, con lo que el espectáculo toma dimensiones de aquelarre. No compro lotería de navidad -y me río de los nacionalistas gallegos que lo hacen-, aunque sí tomo un décimo, el del centro de trabajo. Porque no estoy comprando en realidad lotería para que me toque o participando en una comunidad. Simplemente estoy suscribiendo un seguro, que me proteja de la eventualidad de que le toque a los demás. Y ese seguro me cuesta un décimo.
viernes, 12 de noviembre de 2021
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