miércoles, 19 de septiembre de 2018

UNA INVESTIGACIÓN DETECTIVESCA

Los dibujos, las imágenes, las melodías de la infancia. Los recuerdos tenues, el hilo que se pierde, la imposibilidad de hallar aquello a lo que una sola vez asistimos para la eternidad más terrenal y completa. Que nos marcó. Literalmente. Más o menos.
Hubo una canción. Tenía unos diez años. Hubo una canción. Incluso un fragmento de vhs. Pero sin nombre del autor. Sólo el recuerdo repetido, el minuto de grabación en bucle meses después. ¿Quién era? ¿Quién era?
Steven Thompson. En el lomo de la cinta había escrito, en el momento, Steven Thompson. Y había muchos Steven Thompson, pero no había ninguno.
Cuatro años más tarde, en las cubetas de saldo de unos almacenes suizos, apareció un cassette con una foto ligeramente familiar, a nombre de Steven Thompson. No fue lo mejor que saqué de aquellas cubetas: Helloween, Wasp, Junkyard... Otro día me centraré en ello, no desviaré la atención ahora.
El disco del tal Steven Thompson que emergió de los almacenes en liquidación parecía un tanto mediocre, no traía la canción que buscaba y no resolvía el misterio de si se trataba del mismo autor.
Si se intuía que el advenimiento de Internet ayudaría a resolverlo, nada más lejos de lo que sucedió. Salvo fantasear con que la identidad del artista en realidad se solapaba con la del ingeniero de sonido homónimo del álbum de Guns n' Roses, que habría intentado lanzarse en solitario al estrellato, con resultados comercialmente desoladores... Para hipótesis como esa, Internet sí sirvió. Para darme el vídeo, en youtube, increíblemente no. Debe de ser de los pocos vídeos que no cambiarán el mundo sepultados para siempre.
Nunca abandoné la búsqueda rutinaria. Y el azar de los buscadores ha terminado ofreciendo la solución. ¡Era una cara B! ¡Era una cara B de un maxisingle de un artista no muy conocido, salvo por un efímero éxito en Suiza, y que respondía al nombre de Steven Thomson! No Thompson, sino Thomson.
La canción, que he escuchado en su versión de estudio, coincide parcialmente con mis recuerdos. El tiempo no la ha tratado bien, pero le ha dado un toque kitsch que hace honor a la historia. Es AOR, rock melódico recubierto de laca de finales de los ochenta. Podrían haberla firmado los Europe un poco más pastelosos. Pero tiene algo. Y ahí está: mi toma de conciencia de clase de lo que es un solo de guitarra. Muy chapucera, claro, ¡pero tenía diez años!
Han valido la pena. Las décadas invertidas en descubrirlo han valido la pena. Y la cara B del maxisingle acabó insertada ¡en una película de acción rusa!
Tres hurras por el bueno de Steve Thomson. Tres hurras por su canción, por las canciones... por el lugar de donde vienen todas las canciones.

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