lunes, 7 de mayo de 2018

SUCESOS INTEMPORALES

La esperanza murió ayer en una vía pública cualquiera, no demasiado limpia y no demasiado pública. Se hubiese destacado la notable indiferencia de los viandantes, si hubiese habido viandantes. Por no haber, no estaban ni siquiera las pantallas de los viandantes. Así, la esperanza murió ayer en una vía pública cualquiera, no por primera vez, pero quizá por última. No se ha mudado, tampoco a la melancolía. No se ha ido a descansar ni se ha aburrido ni se ha hastiado. Ha dicho basta. Y, muriendo, ha comenzado a andar.

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