miércoles, 2 de mayo de 2018

LOS ABRAZOS

No concibo la literatura sin Eduardo Galeano, el santo patrón de los blogueros, de los blogueros vintage, de los blogueros old school. Su genio no plasmaba microrrelatos (ni macrorrelatos ni mesorrelatos), plasmaba posts mucho antes de los posts. Con máquina de escribir. Con una máquina de escribir sueños a cuestas.
Un verano viajé 600 kilómetros para colarme en un taller literario suyo. Debo decir que me permitió colarme sin problema. Allí aprendí todo lo que no sé. Aprendí la importancia del trabajo. Que dos frases salen como el caballo de la escultura del maestro. Que una frase mágica expurga 17 páginas de relato no demasiado bueno.
Galeano me mostró el gusto por las palabras y la firmeza del pensamiento. Y también me escribió a mí. De la misma forma que él hablaba de Dereck Walcott mientras moría, yo pasé horas escuchando sobre Guayasamín, justo la noche en la que en el otro continente estaba falleciendo. Las simultaneidades, las almas y las páginas.
Como corresponde a su apostolado, dejó una bienaventuranza con la que me identifico especialmente: "Bienaventurados sean los perdedores, y malditos sean los que confunden el mundo con una pista de carreras y trepan a las cumbres lamiendo hacia arriba y escupiendo hacia abajo".
Perdiendo ganamos. Muriendo somos. Quien sigue su lección gana un abrazo. Un abrazo y un carnet. El carnet que te hace miembro de la fraternidad de los nadie y te protege.

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