jueves, 2 de septiembre de 2010

(No se trata de un maléfico mecanismo de alienación sino de una inexorable ley científica)

El sionismo de Lady Gaga implica que detrás del espectáculo globalizado de lo banal hay un esencialismo permanente. Modos de dominación profundos bajo la apariencia intrascendente de un peinado. Y no hablamos de la compulsión intrínseca de una ya vieja sociedad de consumo, sino del genocidio cotidiano convertido en subrepticio acto comercial socialmente legitimado.

¿Por qué el poder se ha transformado en una marca que la gente desea comprar?
¿Por qué Kiss ha nombrado a Lady Gaga quinto miembro honorífico?
[Creo que Space Ace tendría una respuesta a esto último, pero no le gustaría a nadie].

Si Lady Gaga es un (sub)superproducto de las multinacionales del entertainment especialmente ligado a la era digital, hay que recordar (Baudrillard, supongo) que internet genera una hiperrealidad donde no cabe el dolor, de la misma forma que resulta imposible pensar en hacer daño a la excesividad vacía de Lady Gaga; se desinflaría, se evaporaría, pero no sangraría. Y sin embargo, la bandera de Israel que lleva sí mata.
¿Es Lady Gaga entonces el equivalente a los drones americanos que bombardean Paquistán? Los drones son invisibles hasta que matan, a Lady Gaga no es posible no verla salvo precisamente cuando mata. Y cada vez que una bomba cae sobre Paquistán, sale en la prensa una noticia sobre Lady Gaga.

(Anexo http://estaticos02.cache.el-mundo.net/elmundo/imagenes/2009/08/18/1250551916_0.jpg )

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