No se terminará de dilucidar si L. Rubiales, Rubi para las amigas, pidió o no pidió permiso antes del beso indebido al que es difícil achacarle finalidad sexual, y puede asimismo que J. Hermoso en aquel momento no lo oyese o no se enterase de lo que le estaban diciendo. Puede incluso que consintiese por error. Lo que sí está grabado es que después del beso consintió sin error cuando pensaba que le favorecía, y dejó de consentir cuando los medios, los Ministros y sus representantes le dijeron que no consintiese.
El consentimiento, en suma, ya no es un acto propio ni un acto inmediato. Ni siquiera un acto voluntario.
Preguntaremos qué es el consentimiento y nos mirarán como a los locos; también lo hará nuestro yo de unos años atrás, de los años en los que todo el mundo podía definirlo sin ambages, en todas sus vertientes.
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