viernes, 21 de agosto de 2020

Guerra social, guerra bacteriológica, guerra personal

En la Oficina de Empleo, cita previa, mesa 1, tramito la prestación del subsidio, mesa 2, llevo la documentación para actualizar el currículum. Justificación: está dentro de las obligaciones del compromiso de actividad. Justificación: necesarias para operar la selección de las ofertas inscritas. Justificación: cuando todo va mal aunque se haga todo bien, solo caben dos opciones, seguir haciendo todo bien, en vez de hacer todo mal y prosperar. Así que hoy toca todo bien. 

La mesa 2 tiene una mampara. Detrás de la mampara, los empleados públicos no llevan mascarilla. Se niegan a actualizar adecuadamente. Discuto con cinco personas, que gritan, escupen al hablar sobre mis documentos y se apelotonan sin mascarilla. No me doy cuenta, pero la mampara no me protege de los que gritan de pie. No doy un paso atrás. Naturalmente, no importa que no retroceda, puesto que recogen todo al revés en el formulario. Aunque sea intrascendente. Aunque ni les vaya ni les venga. 

Fue el lunes. Volví deprimido y furioso. Parece incompatible, pero no lo es. Soy la depresión y la furia, soy el alba, la noche y la resurrección. El jueves, ya tosía y no me tenía en pie. Soy el Covid, la levedad y la muerte. Y vosotros sois unos hijos de puta. Toda vuestra ignominia caerá, y de esa Oficina no quedarán ni las piedras, ni el museo del horror cotidiano de décadas, ni el rastro del centro de tortura que nos tocó. 

Pd. Viernes: sin fiebre, mejorando. 

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