Si como arguía Anderson las naciones son resultado del capitalismo impreso, y el impacto diferencial de los libros convierte cambios cuantitativos en cambios cualitativos, hay que buscar los ejemplos. Éstos están en todos los campos, en la filosofía, la religión, en la estructura política de la sociedad. Los podemos encontrar en libros que narran a su vez acontecimientos históricos protagonizados por libros, si una frase puede sostener tanta iteración. Como a menudo no puede, se trata de obras literarias o ensayísticas, pero en ellas se rastrea el conocimiento sobre el cambio social. El redescubrimiento del pergamino de Lucrecio propiciando el Renacimiento al son de "De rerum naturae", según Greenblatt; la reforma religiosa haciendo circular los comentarios a la palabra impresa de la fe, de acuerdo a la fabulación político-alucinatoria de Luther Blissett/Q; la invicta Constitución de "El caballero de las botas azules"... Páginas sobre páginas que hicieron realidades.
Si, como defendía Anderson, las naciones son el resultado del capitalismo impreso, la no salvación de la tinta no es una cuestión de romanticismo. Tirará abajo las naciones. Ya lo ha hecho, terminando con el impacto diferencial, en su estadio actual, entrando en la grafomanía banal de los bits que niega la palabra, en un tipo especial de naciones, meciéndose quebradizas al ritmo de las modas capitalizadas por los fondos de inversión, sufriendo antes de perecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario