La música debería volver a ser emocionante: un impulso de avanzar, marcas en el camino, signo y guía.
No un refugio, no un oasis: alienación necesaria autoconsciente que cumple una función, que ayuda acompañando en otro día más de sobrevivir a la putrefacción social.
Y quizá la música ya no sea emocionante pero sea refugio porque solidariamente se ha replegado también sobre sí misma, como gritando: LA MÚSICA TODAVÍA ES.
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