Aunque "In my darkest moment" es uno de los temas más majestuosos que he escuchado, paradójicamente nunca he sido un gran fan de Hanoi Rocks.
Tenían todos los elementos para persuadirme, partiendo de la genialidad de inventar desde Finlandia un género musical con epicentro en Los Angeles. Con un pie en Aerosmith y el otro en la realidad callejera del sleazy, te ganaban para la causa de inmediato, al juntar la contundencia de las guitarras de Andy McCoy, una segunda línea defendida por Nasty Suicide (grandioso nombre), el look de leyenda menor de Sami Yaffa, un mito trágico (Razzle) y, por supuesto, a Michael Monroe como frontman avasallador. Dado que también me interesan muchas de las canciones de estos cinco superheroes, nunca entendí muy bien cuál era el obstáculo, qué me frenaba para entrar en el universo Hanoi Rocks. Creo que, al margen de que algunas de las producciones hayan envejecido mal, mi problema con ellos es que les gustan los Beatles, y que suele haber algún momento de sus discos en que se nota. O al menos yo lo noto y me chirría.
Sin embargo, Michael Monroe (con Nasty Suicide y Sami Yaffa) grabaron, con una banda paralela efímera, uno de mis discos favoritos y que casi nadie conoce. Me refiero a Demolition 23 y ese pletórico disco homónimo. Ahí, poseídos por el espíritu de su viejo difunto amigo Stiv Bators, envolvieron en magia un álbum de punk-rock atemporal. Ha pasado mucho tiempo desde que me atrapa y conmociona; a menudo se habla de Hanoi Rocks, Michael Monroe y Andy McCoy, pero el nombre de Demolition 23 continúa prácticamente sin descubrir.
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1 comentario:
Es que a Andy le pasaba igual que a Silvain Silvain: le hubiera gustado tocar en The Supremes pero le cayó en gracia una maná de yonkis roñosos...
Fred
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