En el suelo de la cocina encuentro un ticket en el que todavía aparece la traducción de euros a pesetas. Pese a lo que pueda pensarse -tengo la cocina razonablemente limpia-, el ticket se emitió la semana pasada en alguna de las tiendas del entorno. Seguramente en una tienda de alimentación subiendo la calle, en la que heredaron la caja registradora y el peso de un pasado mejor. Pero no va a haber nostalgia de la peseta, solo faltaría.
Hay que mirar al futuro como hace mi amigo R, que encadena contrato precario a contrato precario de muy alta cualificación, que se presentó a constituyente en Chile y casi le dirijo la campaña si hubiese habido campaña. R. cree que el futuro es un asador de pollos. Que dejará de ser profesor universitario o de trabajar para la OMS y que pondrá un asador de pollos. Quién no compra pollo asado y patatas los fines de semana. Quién no quiere ese asiento para mirar al porvenir.
Encontraré mi asador de pollos y desde allí recordaré todos los naufragios, con una máquina registradora de tercera mano, los tickets por el suelo, la lejía de fregar pensamientos sombríos en la mano de actuar.
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