jueves, 23 de octubre de 2025

El linaje

Cuando la burguesía ascendió socialmente como clase, trató de emparentarse con la nobleza. La identidad entre ascendencia, dinero y poder debía mantenerse. En los casos en los que no se conseguía fundir ese linaje, tampoco importaba. prevalecía: el linaje se inventaba. Durante siglos, se inventaron antecesores nobles o prestigiosos, en una concepción familiar de la existencia social en la que la ascendencia y descendencia importaba: el feudalismo nunca murió. 

El mito del capitalismo, el de los millonarios que comenzaron de ascensoristas y de los magnates tecnológicos que comenzaron en un garaje, es el de la movilidad social. Un encubrimiento del linaje cierto, del dinero y contactos familiares que dieron lugar a esas empresas. Las corporaciones, dirigidas personalmente, se despersonalizaban para generar gobiernos invisibles. 

Con todo, el mito del capitalismo popular, de que cualquiera puede prosperar, no terminó de callar salvo en épocas de transición. Los linajes se seguían inventando. Quien quería prosperar, primero intentaba aparentar ser de buena familia. Nada hay más moliente que querer ser de buena familia, por otra parte. O serlo. 

Tenemos, entonces, que el linaje nunca se fue, y también que el linaje ha vuelto. El arribismo de hoy se presenta como de orígenes humildes, se inventa abuelos analfabetos, escribe con mayúsculas ser hijo de la clase trabajadora, generalmente desde una zona de chalets y con poca correspondencia con los hechos. Un escritor de moda, cuenta Alberto Olmos, presume de haber dejado los estudios y haber sido barrendero, en una épica dickensiana un tanto absurda para la España ochentera en la que muchos de nosotros estuvimos. En un festival literario local, presentaron a Sergio Ramírez como nieto de músicos pobres, en un gesto incomprendido para hacerle un favor. El prócer literario nicaragüense, exiliado pero no tonto, dejó claro que, pobres o no, sus abuelos escribían música en partituras.

Sin embargo, había un músico barrendero, David Sanz, el barrendero del blues, que ni se inventó el linaje ni se hizo pasar por nadie. Nunca estuvo de moda. El talento de los barrenderos no es noticia. Los linajes de fantasía utilizados como herramienta promocional sí lo son. 

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