La limpieza étnica en Artsaj (Alto Karabaj) a la que lejanamente asistimos no solo nos dice lo que pasa en un minúsculo trozo de tierra, sino que nos muestra cómo mueren las naciones: bajo una operación de borrado. En este caso, de borrado de 3.000 años de presencia armenia, tras 24 horas de batalla.
Las operaciones de borrado no suceden por un determinante digital que las facilite, por un cambio tecnológico o de mentalidad, suceden de modo cuidadosamente planificado y con una férrea dirección política. Dirección política que responde al capital especulativo trasnacional que la sustenta y la nombra, que opera por medio de un capitalismo de fondos, con una diversidad de formas societarias, y con servicios de inteligencia en el proceso. Como alguien ha apuntado, en vez de producir poder, los servicios de inteligencia producen ideología para asaltar el poder.
¿Y para qué quiere un servicio de inteligencia asaltar el poder, os preguntaréis? Para liberarse de la nación, la última frontera del capital desglobalizado que busca pulverizar cualquier restricción interna. Nación, población, derecho, historia, memoria, comportamientos sociales que reproduzcan algo cierto, todo ello oprime al capital. Entendimos mal quién oprimía a quién. Es el poder el que está oprimido por las reglas, por la población, por cualquier traba a la libre disposición de sus deseos.
Armenia fue la primera de las naciones. Un individuo grotesco, Pashinyan, la ha destruido en cinco años. Pashinyan es uno de los cuatro presidentes sorosianos. Todos ellos conducen a una desaparición nacional planificada que no se detiene ante ningún percance y cuyas herramientas incluyen hasta los crímenes contra la humanidad. Después de todo, hay un concepto ultimísimo que nos lo explica: los genocidios pasivos. La respuesta ante el Covid, la guerra de Ucrania, la entrega del Alto Karabaj. Genocidios pasivos donde el que dispara no es ni siquiera el que los comete, porque otros los cometieron antes. Antes, después y durante.
Cada armenio desarmado que abandona su tierra debería guardar una bala para Pashinyan, a pesar de la triste soledad e indiferencia de la nación borrada que debiera cargar esa bala.